Salmo 1:1-2
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”.
El
eje central de esta brevísima reflexión gira en torno a la bienaventuranza o
alegría de meditar en la Palabra viva de Dios, que sale al encuentro de los
pecadores y les manifiesta su voluntad y los conduce a un camino de vida y de
bien, que es nuestro SEÑOR Jesús. En otras palabras, hay deleite y gozo en
meditar en la Palabra de Dios porque en cada una de sus páginas hallamos todas
las excelencias, la gloria y la plenitud de Cristo. Meditar, leer, estudiar aún
prestar atención en la exposición de la Palabra constituyen en sí actos de adoración
a Dios que a Él le agrada. Porque en cada uno de estos actos, contemplamos más
y más a Jesucristo.
Ahora
bien, ¿Por qué debemos meditar en la Palabra de Dios? Bueno, presento una serie
de metáforas a modo de respuesta:
•
Porque la Palabra de Dios es un espejo, que nos muestra tal y como somos a la
luz de lo que el texto dice.
•
Porque la Palabra de Dios es una semilla que es sembrada en el corazón por el
Espíritu Santo para darnos vida nueva y fruto.
•
Porque la Palabra de Dios es una espada de dos filos, la cual penetra las
corazas más duras y hiere con una profunda convicción de pecado.
•
Porque la Palabra de Dios es una lámpara que nos ofrece luz y guía en nuestro
camino hacia a la eternidad.
•
Porque la Palabra de Dios es alimento para el alma, cuando es tocada por una
verdad, un consuelo, un ánimo o una exhortación a permanecer en la gracia.
•
En fin, meditamos en la Palabra de Dios porque en ella nos presenta al Verbo de
vida, que se hizo hombre y fue como uno de nosotros, vino para buscar y salvar
lo que se había perdido; y de Su plenitud tomamos todos y gracia sobre gracia.
Por
tanto, Deleitémonos en la Palabra de Dios con una actitud de reverencia y
adoración.
¡Solo
a Dios la Gloria!