1) La autoridad de la Biblia
Creemos que la Biblia, con sus 66 libros, es nuestra máxima autoridad y
norma de fe y conducta; cuyos escritos originales son inerrantes e infalibles;
pues son la Palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo; y contiene todo lo
necesario para nuestra salvación y nuestra santificación (Léase Efesios 4:13; 2
Timoteo 3:15-17; 2 Pedro 1:20-21 y 3:15-16). La Biblia se divide en Antiguo
Testamento (AT) y Nuevo Testamento (NT).
El número de libros del Antiguo Testamento es de 39,
fueron escritos originalmente en idioma hebreo (a excepción Esdras 4:18 hasta
6:12; 7:12-26; Daniel 2:4 hasta 7:28; Jeremías 10:11 y dos palabras en Génesis
31:47 están escritos en idioma arameo) y son los siguientes:
a) Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
b) Libros históricos: Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas,
Esdras, Nehemías y Ester.
c) Libros poéticos y sapienciales: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y
Cantares.
d) Profetas mayores: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel y Daniel.
e) Profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc,
Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías.
El número de libros del Nuevo Testamento es de 27, fueron escritos originalmente en idioma griego (del tipo koiné, es decir, escrito en tres dialectos: ático, jónico y ptolemaico) y son los siguientes:
a) Los Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
b) Libro histórico: Hechos.
c) Cartas paulinas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses,
Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón.
d) Cartas generales: Hebreos, Santiago, 1 y 2 Pedro, 1, 2 y 3 Juan; y Judas.
e) Libro profético: Apocalipsis.
Conforme al testimonio de las Escrituras, el canon ha sido completado y cerrado, siendo la última revelación nuestro SEÑOR Jesucristo. El Apóstol Juan, inspirado por el Espíritu Santo, cierra el libro del Apocalipsis (o la “Revelación de Jesucristo”) como la última revelación de parte de Dios; y cualquiera que añadiere o quitare lo que esté escrito cae bajo juicio divino (Léase Hebreos 1:1-3; 2 Pedro 1:21 y Apocalipsis 22:18-19).
Por último, la regla infalible para interpretar la Biblia, es la
Biblia misma, y por tanto, cuando hay dificultad respecto al sentido
verdadero y pleno de un pasaje cualquiera (cuyo significado es uno solo), éste se
debe buscar y establecer a la luz de otros pasajes que hablen con más claridad
del asunto (Léase Hechos 15:15-16, 17:10-11; y 2 Pedro 1:20,21).
Reprobamos y excluimos los libros catalogados como de carácter apócrifo y
dudoso, es decir, los libros y extractos añadidos por parte de la Iglesia
Católica Romana; no son considerados de inspiración divina ni forman parte del
Canon de las Escrituras, y por lo tanto no poseen autoridad para la Iglesia, ni
deben aceptarse ni usarse sino de la misma manera que otros documentos humanos.
Lo mismo es para todo libro o documento religioso que pretenda igualarse o
complementarse a la par de la autoridad de la Biblia o superar a la misma
(Léase 2 Pedro 1:21; Romanos 3:2 y Lucas 24:27,44).
2) Dios
Creemos en el Único Dios verdadero, que posee los atributos de: Santidad,
aborrecimiento al pecado, justicia, infinitud, inmortalidad, invisibilidad, de
entendimiento infinito, omnipotencia, incambiabilidad, inmutabilidad,
incomparabilidad, perfección, asombro y majestuosidad, lleno de gracia, es
Espíritu, Amor, y veraz en Sus actos. (Léase Éxodo 15:11, 34:6; Levítico 11:44;
1 Reyes 8:27; Salmo 5:5, 90:2, 139:7-21, 145:17, 147:5; Isaías 40:6-7, 18-25;
Malaquías 3:7; Mateo 5:48; Juan 1:18, 3:33, 4:24; 1 Timoteo 1:17; Santiago 1:17
y 1 Juan 4:8-16). Por tanto, Él es digno de ser plenamente adorado y ser
servido, y cuyo Nombre debe ser proclamado y exaltado.
Reprobamos y negamos la existencia de otros dioses creados antes o después de
Él, fuera de lugar o tiempo. Solo hay un Dios y nadie más fuera de Él y como Él
(Léase Salmo 90:2; Isaías 43:10 y 44:6, 8).
También negamos la manufactura y adoración de imágenes ya sea como
representación a Dios o a los hombres (Éxodo 20:4-6; Léase Deuteronomio 12:32;
4:15-20; Mateo 15:9; 4:9,10; Hechos 17:25 y Colosenses 2:23).
3) Trinidad
Creemos que hay un solo Dios en el cual hay tres personas eternas,
distintas y simultáneas: el Padre, el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu Santo.
Los tres son un Dios, co-eternos, co-iguales entre sí, etcétera (Léase Génesis
1:26-27, 3:22; Isaías 44:6,8, 45:5; Mateo 3:17, 28:19; Lucas 10:35 y 2
Corintios 13:14).
Profundizando más sobre este punto, el mismo SEÑOR Jesucristo enseñó
durante Su ministerio la distinción de las Personas en la Divinidad en términos
muy específicos de la relación entre ellos como: Padre, Hijo y Espíritu
Santo, asidos en un mismo estado de unidad (Léase Zacarías14:9; Mateo
28:19, 11:25-27; Juan 1:18, 14:16-17, 15:26, 17:11-26 y Apocalipsis 15:3).
Los términos “Trinidad” y “Personas” son pobres para la realidad que
representan. Se usan para intentar explicar el ser de Dios, y para hablar con
propiedad del SEÑOR nuestro Dios como de un SEÑOR y como de
una TRINIDAD y estar completamente en armonía con las Sagradas
Escrituras (Léase Génesis 11:7; Isaías 6:8; Mateo 3:16 y Lucas 3:21).
Reprobamos, conforme al testimonio de las Sagradas Escrituras, que se niegue que
hay un sólo Dios, no tres dioses, ni una persona que toma tres formas
diferentes, ni oficios o formas. De aquí que ninguna Persona de la Divinidad
puede existir u obrar separada o independiente de las otras (Léase Juan
5:17-30, 8:17-18 y 1 Corintios 12:3-6).
4) Dios en la persona del Padre
Creemos que en la naturaleza y ser de Dios existe la persona del Padre, y
sus relaciones se conocen de cuatro maneras:
a) La relación del Padre con el Hijo es de paternidad (Léase Juan 10:30)
b) La relación del Hijo con el Padre es filial (Léase Juan
15:10)
c) La relación del Padre y el Hijo con el Espíritu Santo es de procedencia
y envío (Léase Lucas 24:49; Juan 14:26; 15:26 y Romanos 8:9)
d) La relación del Dios Trino respecto a la creación es de origen,
preservación, providencia y redención (Léase Génesis 1:1-2; Salmo
104:30; Juan 1:3 y 1 Pedro 1:2)
Todo esto conforme al testimonio de la Biblia (Léase Génesis 1:26; Juan 10:18-19, 16:13-15, 17:21; Efesios 1:13 y Colosenses 1:15-20).
Reprobamos y negamos las doctrinas en las que enseñan que el Padre es
más eterno que el Hijo, el Hijo es menos que el Padre, o que ambos son más
eternos que el Espíritu Santo. Ninguno tiene más o menos de la Deidad, puesto
que las funciones distintivas del Padre no son operativas en la esencia divina,
sino en las relaciones entre las personas de la Trinidad (Léase Isaías 9:6;
Mateo 3:17y Juan 1:1).
5) Dios en la persona del Hijo
Creemos que en la naturaleza y ser de Dios existe la persona del Hijo, el SEÑOR
Jesucristo. Afirmamos que Dios mismo se encarnó en la persona de Jesús,
agregándole a Su naturaleza divina la naturaleza humana. Actualmente es tanto
humano como divino y por lo tanto, conserva Sus dos naturalezas. Sin embargo,
Él es una persona, no dos. Él no es parte Dios y parte hombre y Sus dos
naturalezas son totalmente santas (Léase Juan 1:1-3,14; Filipenses 2:5-11;
Colosenses 2:9; 1 Timoteo 3:16 y Hebreos 1:5-13).
Afirmamos que Jesús es el Hijo de Dios, engendrado en el
vientre de María, siendo concebido por el Espíritu Santo, y cuyo nacimiento fue
de carácter milagroso. Así mismo, Él es el “Hijo del Hombre”, quien por
ser Dios, es “Emmanuel”: “Dios con nosotros”; dicho nombre
comprende a Dios y al hombre en una sola persona, engendrado en María (Léase
Isaías 7:14; Mateo 1:23; Lucas 1:31-35, 42; Hebreos 7:3; 1 Juan 3:8, 4:2-10; y
Apocalipsis 1:13-17).
Afirmamos lo siguiente acerca de la Persona y Obra del SEÑOR Jesucristo,
conforme al testimonio de la Palabra de Dios:
a) Su preexistencia (Léase Isaías 9:6-7; Miqueas 5:2; Juan 1:1; Filipenses 2:6; Colosenses 1:15-17 y Apocalipsis 1:4, 8).
b) Su vida santa y recta (Léase 2 Corintios 5:21; Hebreos 4:15; 1
Pedro 2:22 y 1 Juan 3:5).
c) Sus señales y milagros (Léase Isaías 53:4; Lucas 7:22-23 y Mateo
8:16-17).
d) Su obra sustitutiva en la Cruz (Léase Juan 3:16; Romanos 5:8; 1
Corintios 15:3-4 y 1 Pedro 1:18-21).
e) Su resurrección de entre los muertos (Léase 1 Corintios 15:3-8).
f) Su exaltación a la diestra de Dios (Léase Marcos 16:19; Hechos 2:32-35,
5:30-31; Filipenses 2:5-11; Hebreos 1:3b, 8:1-2 y 10:12).
f) Su segunda venida (Léase Mateo 24:30; Hechos 1:11; Tito 2:13 y
Apocalipsis 19:11-16).
Afirmamos también que el nombre de El Señor Jesucristo es un nombre propio que expresa su soberanía, misión y exaltación, para que nosotros en Su nombre doblemos nuestras rodillas y confesemos que Él es el Señor para la gloria de Dios Padre, hasta que venga el fin, cuando el Hijo se sujete al Padre y Dios sea en todos a fin de que solo Él sea exaltado por siempre. Se atribuyen al Hijo todos los atributos de la Deidad, para darle la honra y gloria contenidos en todos los nombres de la Divinidad (excepto en aquellos que expresan relación, de acuerdo al punto 3, referente a Dios en la persona del Padre; léase Mateo 28:18; Efesios 1:21 y Hebreos 1:3).
Reprobamos las siguientes ideas o doctrinas de cualquier secta o grupo
religioso que nieguen: La deidad y humanidad del SEÑOR Jesucristo, Su
nacimiento virginal y obra sustitutiva en la cruz y Su resurrección; Su vida
perfecta y santa; así mismo como Su retorno glorioso o todo lo relacionado a Su
Evangelio de Gracia.
También reprobamos y negamos que María se le considere como un ser
celestial, o como intercesora nuestra ante el Padre, o que sea reverenciada o
adorada como la “madre de Dios”, haciéndola superior al SEÑOR mismo; o que haya
sido virgen perpetuamente, debido a que el registro bíblico cita que tuvo hijos
de José, su esposo, después de Jesús. La Biblia confirma que ella fue pecadora
como nosotros y que reconoció a Jesucristo como Su Salvador (Léase Mateo
1:24-25, 13:55, 19:17, 27:56; Lucas 1:46-47; Juan 14:6, 17:5; Hechos 4:12;
Romanos 3:23; 1 Timoteo 2:5 y 1 Juan 2:1).
6) Dios en la persona del Espíritu Santo
Creemos que en la naturaleza y ser de Dios existe la persona del Espíritu
Santo. Afirmamos que el Espíritu Santo es una persona divina, que posee los
atributos de Omnisciencia, Omnipresencia, Omnipotencia, Eternidad, y a quien se
le confiere igualdad de majestad y rango en la Trinidad, aunque distinto del
Padre y del Hijo respecto a operaciones que lo distingue de los mismos; además
da vida espiritual, santifica e imparte dones como quiere (Léase Mateo
12:31, 28:19; Lucas 1:32, 35, Salmo 139:7-10; Juan 3:3-8; 14:16, 26; 15:26,
16:12-13; Hechos 5:3, 34; Romanos 15:16; 1 Corintios 12:2-11; 2 Corintios
13:13; 2 Tesalonicenses 2:13 y Hebreos 9: 14).
Afirmamos que el Espíritu Santo realiza o realizó las siguientes
actividades: Resucitó a Cristo de la muerte, hace milagros, tomó parte de la
creación, genera vida espiritual y santificación e imparte dones a la Iglesia
(Léase Génesis 1:2; Mateo 12:28; Juan 3:3-8; Romanos 15:16, 19; 1 Corintios
12:4-11; 2 Tesalonicenses 2:13 y 1 Pedro 3:18).
Afirmamos que el Espíritu Santo es una persona sin forma corporal y real
por poseer atributos y capacidades que constituye una personalidad como pensar,
sentir y determinar, enseñar, Escuchar y hablar, testificar acerca de Cristo;
nos anima, nos aconseja, nos hace darnos cuenta del pecado, ora por nosotros,
envía gente, siente dolor, puede ser resistido y ser probado (Léase Juan 14:16,
26, 15:26, 16:8; Hechos 5:9, 7:51, 9:31, 13:2-4, 7; Romanos 8:26; 1 Corintios
2:10-13, 12:11 y Efesios 4:30).
Afirmamos que a todos los creyentes se les ha otorgado el privilegio de
recibir el Espíritu Santo, Su sello, llenura y morada; con el propósito de
investirles de poder y autoridad para ser testigos por todo el mundo, y
capacitarles para desarrollar una vida fructífera y virtuosa (Léase Juan 14:17,
16:13; Hechos 1:8; 6:11; Efesios 1:11-13, 5:18).
Reprobamos las enseñanzas de cualquier secta o grupo religioso que afirman
que la naturaleza del Espíritu Santo sea como una fuerza impersonal o sea una
personalidad netamente femenina, así mismo de manifestaciones dudosas que se
atribuyen a Él.
7) El Hombre y su caída
Creemos que el hombre es creado a la imagen de Dios, y cuyo origen fue en
un estado inocencia y santidad iniciales (Léase Génesis 1:26-31; y el capítulo
2). Sin embargo, el hombre voluntariamente pecó, desobedeciendo el mandamiento
de no comer del fruto del Árbol del Conocimiento del bien y del mal; perdiendo
dicho estado original, su relación con Dios y su estadía en el Paraíso; como
parte de las consecuencias del juicio divino (Léase Génesis 3). De este modo,
con la entrada del pecado en el mundo, el hombre se ha vuelto incapaz de buscar
y amar a Dios, digno de Su ira, es corrupto, caído y malvado; estando muerto en
sus delitos y pecados desde antes de su concepción. Según la Biblia, este
estado de perdición se le conoce también como no regenerado o no nacido de nuevo.
Este estado es parte de la enseñanza o doctrina de la “Depravación total del
hombre” o “Corrupción total del hombre”; esta enseñanza NO significa
que el hombre sea tan malo como pudiera llegar a ser; sino que todo su ser y su
raíz (espíritu, alma y cuerpo, mente, emociones, voluntad, conciencia y
memoria) ha sido contaminado por el pecado (Léase Salmo 58:3; Romanos 3:10-12,
5:19; y Efesios 2:1-3). El castigo eterno es el infierno y la separación de la
presencia bendita de Dios son las consecuencias de una persona pecadora no
regenerada (Léase Romanos 6:23; Hebreos 9:27 y Apocalipsis 20:1-5).
Reprobamos cualquier enseñanza, teoría o declaración de cualquier
organización científica o educativa, secta o grupo religioso que afirme que el
hombre tenga su origen fuera de Dios mismo o que tiene parte en la teoría de la
Evolución.
8) La salvación por gracia de Dios
Creemos que la única esperanza de redención para la humanidad está en la
gracia del SEÑOR Jesucristo, en quien se halla la vida eterna y la reconciliación
y solo por medio de la predicación del Evangelio. Es una salvación enteramente
de Dios y por gracia, que ha sido decretada desde la eternidad, escogiendo
aquellos que por su propósito ha decidido salvar. La Salvación es obra absoluta
de Dios en Cristo Jesús:
a) Son predestinados: El Padre ha predestinado que aquellos que son de Cristo son escogidos para salvación y sean hechos conforme a la imagen de Su hijo: En carácter, en frutos y buenas obras (Léase Romanos 8:29; Efesios 1:4-6, 2:10; 2 Tesalonicenses 2:13-14; 1 Juan 2:3-6).
b) Son redimidos: El Padre ha comprado al grupo de escogidos por medio de la sangre
de Jesucristo para que sean Su pueblo y Su Iglesia (Léase Hechos 20:28 y 1
Pedro 1:18-21).
c) Son llamados: El Padre los ha llamado por medio del evangelio y a través del
ministerio de convicción del Espíritu Santo. Se les concede creer en Su Hijo,
pues la fe es un don Dios (Léase Juan 6:18, Efesios 2:8-9 y 1 Pedro 1:23).
d) Son regenerados: No se puede pasar por alto, que el que no nace de nuevo no puede
ver el Reino de Dios y son engendrados por voluntad del Padre (Léase Juan
1:12-13; 3:3-6 y Tito 3:5).
e) Son justificados: El Padre declara justo, como acto legal, a todo aquel que confía
en Su Hijo para salvación. La justificación es un acto de la libre gracia de
Dios y ningún ser humano la puede obtener por fuerzas propias (Léase Romanos
3:21-28).
f) Son adoptados: Así mismo, el Padre declara la adopción a los que han sido
redimidos por Jesucristo, llamándolos y haciéndolos Sus hijos (Léase Juan
1:12-13; Efesios 1:5; Hebreos 2:11-15 y 1 Juan 3:1).
g) Son santificados: Es la voluntad de Dios que todo creyente sea santificado, es
decir, la santificación es el proceso por medio del cual Dios continúa
apartando y distinguiendo a aquellos que han creído en su Hijo. Esto deja fuera
de lugar a que la Gracia es una licencia para pecar (Léase Romanos 6 y 1
Tesalonicenses 4:3, 7).
h) Son preservados: Es decir, el Dios Trino se ocupa de conceder todos los medios de
gracia para que el creyente pueda ser preservado contra el pecado, el mundo y
el diablo; esto para Su gloria (Léase Juan 10:28-29; Efesios 1:13; 1 Juan
2:15-16, 5:18 y Judas 24-25).
i) Son glorificados: En el día de la resurrección, los creyentes en Cristo, tanto
muertos como vivos, recibirán nuevos cuerpos con características espirituales y
depurados de la contaminación del pecado (Léase Juan 5:24-29, 1 Corintios 15 y
1 Tesalonicenses 4:13-18).
Esto es, en forma resumida, el plan de salvación determinado por el Padre desde de la fundación del mundo respecto a sus escogidos.
La salvación en Cristo se define como “ser salvo del justo juicio de
Dios sobre el pecador”. La salvación se recibe solamente por gracia, sólo a
través de la fe por la sola obra de Cristo y no por buenas obras que pretenda
hacer el hombre (Léase 1 Pedro 1:18-20; Juan 3:16-17; Efesios 1:3-7; 2
Tesalonicenses 2:13 y 1 Timoteo 2:4).
Es decir, Dios en la persona del Padre nos amó de tal forma que Él mandó
a Su unigénito Hijo Jesucristo, que, siendo hombre, llevó en Su cuerpo nuestros
pecados en la cruz, y murió en nuestro lugar, sufriendo las consecuencias
nuestras porque quebrantamos la Ley. Él se hizo pecado a nuestro favor. Como
resultado, la justicia de Dios fue satisfecha y los que han depositado su fe en
Él, un don de Dios, son liberados del castigo eterno. Solo por medio del
Espíritu Santo, la Palabra de Dios y el nuevo nacimiento generado por ambos, le
permiten el acceso al Reino de Dios (Léase Génesis 1:26, 3:6-13; Salmo 100:3;
Isaías 53:4-6; Daniel 12:2; Mateo 1:21; Marcos 16:16; Lucas 19:10; Juan 3:3-5,
16; 5:28-29; Hechos 4:12, 17:24-29; Romanos 1:21-32, 3:10-12, 23, 5:1-2, 8,
6:23; 2 Corintios 5:21; Efesios 2:1-3, 5, 8-10; Santiago 1:18; 1 Pedro 1:3;
2:24, 3:18; 1 Juan 2:2 y Apocalipsis 21-22).
Por todo lo descrito en párrafos anteriores (incluyendo lo referente al punto
4, Dios en la persona del Hijo, especialmente con relación en
la persona y obra de nuestro SEÑOR), podemos definir que el mensaje del
Evangelio consiste en lo siguiente: Es la proclamación de la persona,
vida, obra, muerte, resurrección, ascensión y exaltación Jesucristo. Y todo
el que predique un evangelio diferente, es anatema (Léase
Gálatas 1:8-10).
Las condiciones que Dios establece para ser salvos son la fe y el
arrepentimiento, ambas como dones concedidos por Dios, luego de haber escuchado
la predicación del Evangelio; cuya respuesta depende de su estado final puede
ser la vida eterna o la condenación eterna (Léase Marcos 1:15, Romanos 10:9; 1
Corintios 1:21; Efesios 2:8-9; Filipenses 1:29 y 2 Timoteo 2:25).
Reprobamos cualquier enseñanza, argumento o declaración de cualquier
organización, secta o grupo religioso que afirme que existe otro medio de
salvación aparte de Cristo, que su obra expiatoria no fue suficiente para
salvar a Sus escogidos. El hombre no puede acercarse a Dios a
través de sus propios esfuerzos, ni tampoco puede ganarse la salvación haciendo
buenas obras, ni tampoco una vez salvo puede mantener su salvación por sus
obras, ni tampoco puede entender las cosas espirituales de Dios por sí mismo
(Léase Juan 6:44; Romanos 4:1-6, 8:7; 1 Corintios 2:14 y Efesios 2:8-9). De
igual modo desechamos toda doctrina o creencia que niegue la existencia del
cielo y del infierno y la predicación del Evangelio como medio de salvación.
9) Evidencias de la conversión y de la santificación del creyente
Creemos y definimos la santificación como “un estado de gracia de parte de
Dios al cual entra el creyente al ser regenerado; y a una santidad práctica
progresiva en la vida de un creyente mientras aguarda el regreso de Cristo”. Su
recepción es inmediata y su desarrollo progresivo. La santificación del
creyente es parte de la voluntad de Dios, pues el estado de santidad es lo que
permite ver al SEÑOR en Su gloria (Léase Salmo 24: 3-5; 1 Tesalonicenses 4:3,
5:23; Hebreos 12:14 y 1 Pedro 1-16).
Por tanto, creemos que la evidencia interna de la salvación es el
testimonio directo del Espíritu Santo, mientras que la evidencia externa es una
vida transformada y verdaderamente santa, en crecimiento gradual en fruto,
carácter y buenas obras (Léase Romanos 8:16, 29; 2 Corintios 5:17; Gálatas
5:16-25; Efesios 2:10, 4:22-24; Tito 2:12 y 1 Pedro 1:16). Lo cual se insta
constantemente a examinarse a sí mismos si se hallan en la fe (Léase 2
Corintios 13:5).
Reprobamos que la santificación sea mantenida por obras exclusivas del
creyente o que sea para la gloria propia del mismo; así mismo negamos que la
salvación por gracia sea licencia para pecar deliberadamente (Léase Romanos 6 y
Efesios 2:8-9).
10) La Iglesia
Creemos que la Iglesia tuvo su origen durante el ministerio de Jesucristo,
bautizando a los primeros creyentes en el Espíritu Santo en el día de
Pentecostés. Espiritualmente, la Iglesia es el cuerpo místico de Cristo y la
habitación de Dios en Espíritu. Solamente pertenecen a la Iglesia aquellos que
son creyentes en Cristo, nacidos del Espíritu Santo y cuyo nombres están
escritos en el libro de la vida y provienen de toda nación, raza, lengua y
época (Léase Mateo 16:18; Juan 3:3; Hechos 2:1-4, 41; 1 Corintios 12:27;
Efesios 5:23, 2:19-22; Hebreos 12:23 y Apocalipsis 7:9).
En un sentido general, todo creyente es un ministro. Todos los que son
salvos son llamados para servir, testificar, interceder y contribuir. Un
llamamiento divino y ministerio escrituralmente ordenados, han sido previstos
por el Señor con diversos propósitos (Léase 1 Pedro 2:9, 4:10).
Asimismo, la Iglesia es el centro de la adoración de Dios, la
edificación por la sana doctrina de la Palabra de Dios, la disciplina del
cuerpo de Cristo y la evangelización del mundo (Léase Mateo 18; 28:18-20;
Marcos 16:15-20; Juan 4:23-24; 1 Corintios 5; Efesios 4:11-13 y Hebreos 12:23).
Reprobamos toda creencia de cualquier secta o grupo religioso que niegue a
Jesucristo como Cabeza Única de la Iglesia, así como la ausencia de
la disciplina eclesiástica que sirve para la salud de la misma (Léase
Mateo23:8-10; Efesios 1:22; Colosenses 1:18; 2 Tesalonicenses 2:3-4, 8-9 y
Apocalipsis 13:6).
11) Los sacramentos
Creemos que Dios ha ordenado únicamente dos sacramentos en los que la Iglesia ha
de participar, considerados también como medios de gracia, a saber: El Bautismo
en agua y la Santa Cena del SEÑOR.
Afirmamos en el Bautismo en agua por inmersión en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, por cuanto así lo estipuló
el SEÑOR Jesucristo en la gran comisión; como testimonio de una limpia
conciencia, es un acto de obediencia para todo cristiano y significa la
identificación de su persona con Cristo. No es necesario para la salvación. Es
una manifestación externa de una realidad interna al creer en el sacrificio,
conversión e identificación con Cristo (Léase Mateo 28:19; Marcos 16:16; Hechos
10:44-48; Romanos 3:28-30; 4:3,5; 5:1; Gálatas 2:16, 21 y Filipenses 3:9).
Afirmamos que la Santa Cena es una es una ordenanza de nuestro Señor
Jesucristo (Léase Mateo 26:26-28). Se utilizan como elementos, el pan y el jugo
de la vid, símbolos que expresan la obra expiatoria del Señor Jesucristo por
los creyentes. Además, es un memorial del sufrimiento y muerte de Cristo y es
la señal de la esperanza de Su segunda venida. Por tanto, es un medio de
comunión para todos los creyentes “hasta que Él venga” (Léase Lucas 22:19-20;
Juan 6:53-56; 1 Corintios 11:24-31 y 1 Juan 1:7).
Reprobamos y negamos la creencia que el acto del bautismo en agua tiene poder
de salvación y regeneración. Somos hechos justos delante de Dios por fe, no por
fe en el bautismo.
Asimismo, rechazamos la doctrina y práctica de la conversión literal y
física del pan y el jugo de la vid, en el cuerpo y la sangre de Cristo, y que
es necesaria tomarla para ser continuamente salvos. Se considera esta enseñanza
antiescritural y aberrante.
12) La adoración religiosa
Creemos que toda adoración religiosa o liturgia (formas de culto) ha de
darse al Dios Trino, y a Él solamente; y por la sola mediación de Cristo (Léase
Mateo 4:10; Juan 5:13, 14:16; 2 Corintios 13:14; Efesios 2:18; Colosenses 3:17
y 1 Timoteo 2:5). Esta adoración religiosa o liturgia conlleva, a su vez, tres
aspectos principales (entre otros): La oración, la lectura
y predicación de la Palabra y el Día del SEÑOR.
Afirmamos que la oración, sea personal o pública, es una
parte esencial de la adoración religiosa o liturgia (Léase Filipenses 4:6), conlleva
los siguientes requisitos:
a) Hecha en el nombre del Hijo (Léase Juan 14:13,14; 1 Pedro 2:5).
b) Con la asistencia e intercesión del Espíritu Santo (Léase Romanos 8:26).
c) Alineada o conforme a la voluntad divina y por cosas o asuntos lícitos
según la Palabra de Dios (Léase 1 Juan 5:14)
d) Con entendimiento, reverencia, humildad, fervor, fe, amor y
perseverancia (Léase Génesis 18:27; Salmo 47:7; Eclesiastés 5:1,2; 1:6,7; Mateo
6:12, 14, 15; Marcos 11:24; Efesios 6:18; Colosenses 4:2; Hebreos 12:28 y
Santiago 5:16).
e) Si se hace oralmente, en una lengua conocida. (Léase 1 Corintios 14:14).
f) A favor de toda clase de hombres que ahora viven, o que vivirán después
(Léase 2 Samuel 7:29; Rut 4:12; Juan 17:20 y 1 Timoteo 2:1,2).
Afirmamos la lectura y predicación expositiva de las Escrituras con temor y debida honra; y escuchar conscientemente lo que ellas enseñan, en obediencia a Dios, con entendimiento, fe y reverencia como su medio de crecimiento y santificación (Léase Isaías 66:2; Mateo 13:19; Hechos 10:33, 15:21; 2 Timoteo 4:2; hebreos 4:2, 12; Santiago 1:22 y Apocalipsis 1:3). Principalmente, todo creyente ha de contemplar
Creemos que Dios en Su Palabra ha señalado un día de cada siete para que sea guardado como un reposo santo para Él, el cual tuvo su origen desde la fundación del mundo hasta la resurrección de Jesucristo, fue el último día de la semana; y desde la resurrección de Jesucristo fue cambiado al primer día de la semana, al que se le llama en las Escrituras “Día del SEÑOR” y debe ser celebrado hasta el fin del mundo como el día de reposo para los cristianos (Léase Génesis 2:2,3; Éxodo 20:8,10; Mateo 5:17,18; 1 Corintios 16:1,2; Hechos 20:7 y Apocalipsis 1:10). Y al igual que a la consagración del Día del SEÑOR, los creyentes dedican todo el tiempo al ejercicio de la adoración pública y privada, y en los deberes de caridad y de misericordia. (Léase Isaías 58:13; Mateo 12:1-13).
Por último creemos, que la oración y la adoración religiosa no están
limitadas a un lugar, puesto que nuestro Dios ha de ser adorado en todas
partes, con solemnidad y en Espíritu y en verdad, sea en las reuniones
públicas, compañía de la familia, diariamente y en lo privado de cada creyente;
y no ser negligente a ello (Léase Deuteronomio 6:6,7; 2 Samuel 6:18-20; Job
1:5; Proverbios 1:20-21, 24; 8:34; Isaías 56:6,7; Jeremías 10:25; Malaquías
1:11; Mateo 6:6, 11; Lucas 4:16; Juan 4:21, 23-24; Hechos 2:42, 10:2, 13:42;
Efesios 6:18; 1 Timoteo 2:8; Hebreos 10:25 y 1 Pedro 3:7).
Reprobamos que la adoración sea compartida o exclusiva a los ángeles, a los
santos, o a alguna otra criatura ajena al Dios Trino (Romanos 1:25 Colosenses
2:18 y Apocalipsis 19:10).
Reprobamos que la oración deba hacerse a de los muertos, a aquellos de
quienes se pueda saber que hayan cometido el pecado de muerte (Léase 2 Samuel
12:21-23; Lucas 16:25,26; 1 Juan 5:16 y Apocalipsis 14:13).
Rechazamos
todo intento de infiltrar herejías y doctrinas demoníacas para pervertir las
Escrituras por parte de falsos maestros; además de fuertes advertencias
respecto a tomar con ligereza el estudio diligente de la Palabra (Léase 1
Timoteo 4:1, 16; 6:3; 2 Timoteo 4:3-4; Tito 2:1; Santiago 3:1; 2 Pedro 2:1 y 2
Juan 9-10).
Reprobamos la enseñanza y práctica de que todo creyente que NO guarde
el Día del reposo no sea salvo (Léase Mateo 11:28-29; Efesios 2:8-9 y
Colosenses 2:16).
13) Los dones espirituales
Creemos en la impartición de los dones espirituales que Dios, a través del
ministerio del Espíritu Santo, concedió (por cesamiento) y concede todavía a Su
iglesia por gracia. Estos dones son, a saber: Los dones ministeriales,
los dones milagrosos y proféticos y los dones
de servicio.
Afirmamos, conforme al Escritura, que Dios ha concedido dones
ministeriales a Su iglesia con el fin de perfeccionar y edificar a los
creyentes (Léase Efesios 4:11-16). Los dones ministeriales a saber son cuatro:
Apóstol, Profeta, Evangelista; y Pastor y maestro (el original griego coloca
juntos a ambas funciones). De estos dones ministeriales, creemos que solo
quedan activos dos de ellos: El Evangelista y el Pastor-Maestro. Pues los
ministerios de Apóstol y Profeta han cesado con el cierre del canon de las
Escrituras. En el caso de los apóstoles y su cesamiento, existen los requisitos bíblicos
que había que reunir para ser un “apóstol”:
a) Un apóstol tuvo que ser testigo de la resurrección de Cristo (Léase Hechos 1:22; 10:39-41, 1 Corintios 9:1; 15:7-8)
b) Un apóstol tenía que ser nombrado directamente por Jesucristo y ser
enseñado por Él durante su ministerio terrenal (Léase Marcos 3:14, Lucas 06:13,
Hechos 1:2, 24; 10:41; Gálatas 1:1)
c) Un apóstol tenía que ser capaz de confirmar su misión y mensaje con
señales milagrosas (Léase Mateo 10:1-2; Hechos 1:5-8; 2:43; 4:33, 5:12, 8:14; 2
Corintios 12:12, Hebreos 2:3-4).
También cabe destacar que, en la elección de Matías como sustituto de Judas, los once también buscaron a alguien que había acompañado a Jesús durante todo su ministerio terrenal (Léase Hechos 1:21-22; 10:39-41). En el caso del apóstol Pablo, llenó estos requisitos por las siguientes razones: Fue testigos de la resurrección de Cristo (Léase Hechos 9); él ha visto al SEÑOR y recibió su apostolado personalmente (Léase 1 Corintios 9:1); no fue enseñado por ningún hombre, sino que aprendió del evangelio por revelación directa de Jesucristo (Léase Gálatas 1:11-12, 15-17); y su ministerio apostólico fue confirmado por los otros apóstoles: Jacobo, Pedro y Juan (Léase Gálatas 2:8-10). Por lo tanto, nadie puede proclamarse “apóstol” sin haber llenado estos requisitos.
En el caso de los profetas, el don de la profecía (para apóstoles y
profetas por igual) también ha cesado con el último libro de la Biblia: El
Apocalipsis escrito por el apóstol Juan. Ya no hay más revelaciones dadas por
el Espíritu Santo para enseñarnos. Como bien dice la Biblia, la última
revelación dada por Dios fue Su Hijo, Jesucristo (Léase Hebreos 1:1-2); es el
profeta que esperaron los hijos de Israel, según enseñanza de Moisés (Léase
Hechos 3:22-23); y fue la última revelación de todos los profetas del NT. Y el
último libro, el Apocalipsis, es la última revelación y enseñanza dada por
nuestro SEÑOR (Léase Apocalipsis 1:1-3). El libro del Apocalipsis encierra con
una severa advertencia de juicio divino para aquel que añade o quite a la
Escritura (Léase Apocalipsis 22:18-19).
Por lo tanto, siguiendo las instrucciones y patrones de ministerio
efectivos de las epístolas pastorales, los únicos ministerios activos para la
Iglesia son el de Evangelista y Pastor-maestro (1 Timoteo 3:1-7; 2 Timoteo 4:5
y Tito 1:5-9).
Creemos que Dios ha impartido, a través del Espíritu Santo, dones
milagrosos y proféticos para edificación de Su iglesia; estos son, a saber:
palabra de sabiduría, palabra de ciencia, don de fe, don de sanidades, don de
milagros, don de profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de
lenguas e interpretación de lenguas (Léase 1 Corintios 12:8-10).
Estos dones milagrosos y proféticos han cesado, pues los mismos han
servido solo para establecer y confirmar la Palabra de Dios y el Evangelio
(Léase Juan 5:36; 6:14; 7:31, 10:24-26, 37-38; Hechos 2:22 y Hebreos 2:3-4).
Una vez que los profetas, apóstoles demás ministros de la Iglesia Primitiva,
cumplieron su papel en el establecimiento de la fundación de la iglesia;
cesaron junto con los dones de señales y milagros. Esto es lo que se
conoce como Cesacionismo: “El Cesacionismo significa que el
Espíritu Santo ya no da a los creyentes dones milagrosos espirituales como una
experiencia cristiana normativa como lo fue para los apóstoles” (Tom
Pennington).
Incluso en los libros escritos del NT, los dones milagrosos y proféticos
se citan cada vez menos mientras la fecha de su redacción es más posterior.
Después del S. I, hay una ausencia total de dichos dones. A través de la
Historia de la Iglesia, hombres como Juan Crisóstomo, Agustín de Hipona, Martín
Lutero, Juan Calvino, Jonathan Edwards, Charles Spurgeon, y B. B. Warfield;
todos coinciden en que los dones terminaron después del primer siglo y fueron
dados sólo para confirmar el mensaje del Evangelio.
Sin embargo, esto NO significa que Dios no realice
milagros ni actúe sobrenaturalmente en estos días por medio del Espíritu Santo.
Lo que se recalca es que sean operados a través de los creyentes de forma
continua y permanente. Por lo tanto, sí creemos en la sanidad física,
mental y espiritual por el poder de Dios (como la conversión y el nuevo
nacimiento), pero SUJETAS a la soberanía, la
misericordia, la voluntad, y a la Palabra de Dios con el fin de que Él sea
glorificado (Léase Salmo 107:20; Mateo 6:10; 22:29; 26:42; Romanos 11:33-36; 2
Corintios 12:7-10 y 1 Pedro 2:24).
Por último, afirmamos la existencia de los dones de servicio para
edificación de la Iglesia, los cuales siguen todavía activos. Estos son, a
saber: Don de servicio, enseñanza, exhortación, repartición, presidencia y
misericordia (Léase Romanos 12:7-8).
Reprobamos la auto-promoción de toda aquella persona que se proclame apóstol o
profeta, haciendo uso de un ministerio que no les es concedido. Así mismo,
reprobamos el ejercicio de señales y milagros de carácter dudoso y fuera del
patrón bíblico establecido; de cualquier práctica relacionada con la confesión
positiva, los decretos humanos, o la doctrina de la “super-fe” de los hombres
que se convierten en “pequeños dioses”, muy comunes en los círculos en los que
exaltan la prosperidad y el falso carismatismo y por parte falsos profetas y falsos
maestros (Léase Deuteronomio 18:20-22; Mateo 7:15; 24:11, 24; Marcos 13:22;
Hechos 20:29; 2 Tesalonicenses 2:9; 1 Timoteo 4:1-3; 6:3-10; 2 Timoteo 4:3-4;
Tito 1:10-16; 2 Pedro 2:1; 1 Juan 4:1; Apocalipsis 13:12-14; 16:14).
14) Sobre las últimas cosas
Creemos en los asuntos relacionados con la Escatología, es decir, la
“doctrina de las últimas cosas”; tomando en cuenta la norma de que toda
interpretación de la Escatología debe ser Cristológica y dentro del
gran panorama divino de la Redención de Dios. Estas últimas cosas son, a
saber: El Arrebatamiento y la Segunda Venida, el Juicio
Final, el establecimiento del Reino de Jesucristo en Su Segunda
Venida y los Cielos nuevos y Tierra nueva.
Afirmamos la doctrina del Arrebatamiento como el evento en conjunto a la
Segunda Venida de Jesús (es decir, ambos son un mismo evento), aquellos que han
muerto en Cristo y aquellos cristianos que estén vivos, serán físicamente
levantados a las nubes y se reunirán con el Señor Jesús en el aire y estarán
para siempre con el SEÑOR (Léase 1 Tesalonicenses 4:16-5:2).
Afirmamos que la Segunda venida de Jesucristo regresará en forma
corporal y visible desde los cielos con gran gloria y majestad y establecerá su
reinado sobre todas las naciones (Léase Jeremías 30:7; Zacarías 14:3-5; 1
Tesalonicenses 4:13; Judas 14 y Apocalipsis 6:12-17; 19:15-16).
Afirmamos también que habrá un juicio final en el cual los impíos
muertos serán resucitados y juzgados según sus obras. El diablo y sus ángeles,
la bestia, el falso profeta y todo aquel que no sea hallado en el libro de la
vida, serán consignados a la perdición eterna en el lago que arde con fuego y
azufre, esto es la muerte segunda (Léase Mateo 25:46; Marcos 9:43-48 y
Apocalipsis 20:10-15, 21:8).
Por último, afirmamos que “Nosotros según sus promesas esperamos cielos
nuevos y tierras nuevas, en los cuales mora la justicia” (Léase 2 Pedro 3:13; y
Apocalipsis 21:22).
Reprobamos las discusiones y contiendas innecesarias por un celo extremo en base a
desacuerdos acerca de posturas escatológicas, pues las mismas no afectan la
salvación y seguridad eterna del creyente. Toda controversia se resolverá al
regreso del SEÑOR. Mientras tanto, los creyentes deben asumir una actitud
humilde hacia aquellos que no comparten las mismas posturas acerca del final de
los tiempos.
Asimismo, es temeridad fijar alguna fecha para la venida del SEÑOR ya
sea con base en visiones, profecías o análisis personales (Léase Mateo
24:36; Hechos 1:6-7 y 2 Tesalonicenses 2:1-4).
15) Desaprobación de doctrinas erróneas
Se desaprueba todo credo herético, por la confusión y división que causa
en el pueblo del SEÑOR, todos los credos que se opongan a la sana doctrina
(Léase Gálatas 5:20; Tito 2:1, 3:10; 2 Pedro 2:1 y 2 Juan 2:10).