En las entradas anteriores hemos estudiado acerca de lo que es poner nuestra delicia en el SEÑOR del Salmo 37:4:
(1) La raíz hebrea de la palabra "Delicia" o "Deleite" posee el sentido de ser moldeado por Él, dejándose influir, persuadir y convencer por Él. Con la revelación progresiva de las Escrituras, ese proceso de modelado tiene como meta el ser semejantes a Cristo a pesar de las circunstancias.
(2) De esta manera, al ser moldeados a la imagen de Jesús, sabremos cómo hacer peticiones alineadas a la voluntad de Dios, con la intercesión del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios.
No olvidemos que el contexto del salmo del Rey David radica sobre la reflexión del sufrimiento de los que andan en los caminos del SEÑOR. Esto nos enseña que, a pesar de las tribulaciones y dificultades, Dios sigue obrando, trabajando y puliendo en nosotros.
En esta ocasión vamos a estudiar una última consideración importante: Dios se deleita al moldearnos como Su Hijo.
El Deleite de Dios
Dios no solo responderá nuestras oraciones conforme a Su voluntad. También se deleita en nuestra obediencia a Su Palabra. David lo expresa en el siguiente verso:
Salmo 37:23 "Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, y el Señor se deleita en su camino".
¿No es grandioso? Nosotros nos deleitamos en Dios y en Su Palabra, mientras que Dios se deleita en que nos deleitamos en Él. La primera parte del vers. 23 confirma lo que hemos venido reflexionando del vers. 4: "Por el SEÑOR son ordenados los pasos del hombre". Dios es el que ordena nuestra vida, nuestros afectos e inclinaciones, intereses hacia las cosas espirituales. El mismo punto: Nos moldea. Sabemos que el "hombre" aquí no es toda persona en general, porque el versículo hace referencia a aquél que se deleita en el camino de Dios: "Y el SEÑOR se deleita en su camino". Ya hemos dicho en la primera parte que un hombre no regenerado no puede hallar deleite en Dios ni mucho menos querer relacionarse con Él (Romanos 3:9-18; Efesios 2:1-3). Por tanto, el "hombre" del Salmo 37:23 señala a aquél que ha sido justificado por gracia del SEÑOR (Romanos 5:1-2).
Ahora bien, ¿Esto significa que Dios está siendo moldeado por nosotros? En ninguna manera. La palabra "Deleite" en el Salmo 37:23 es diferente del 37:4 ("anag"). La palabra hebrea en este versículo es "Japets" o "kjaféts" (STRONG H265) que significa, entre otras cosas: "agradar, amar, aprobar, complacer, deleitar, querer". "Japets" si tiene el sentido natural de deleitarse aunque con connotaciones más profundas. Dicho de otro modo: Dios ama, aprueba, se complace y disfruta la obra de Sus manos.
En la segunda parte hemos hablado sobre la implicación de la Palabra de Dios en la vida del creyente. Aquí resalta nuevamente la idea: "Y el SEÑOR se deleita en su camino". La idea del "camino" casi siempre está asociada a la obediencia y meditación de Su Palabra. "¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, 2 sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche!" (Salmo 1:1-2) y "Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito" (Josué 1:8). El hombre que no anda (camina) en el consejo de los malos, pero sí camina en la voluntad de Dios. He aquí el contraste y la relación. Al SEÑOR le complace nuestra obediencia en Su Palabra y nuestra meditación constante en ella.
Nos dice que Dios aprueba el camino del hombre justo. Sabemos conforme al testimonio bíblico que no existe un hombre justo (Léase Romanos 3:9-18). Pero nuestro SEÑOR Jesucristo es varón “aprobado” o “confirmado” por Dios (Léase Hechos 2:22). Se nos dice que Él era santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos (Léase Hebreos 7:26). Era sumamente perfecto. Siendo perfecto, Su obediencia fue perfecta: “Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:8-11). Nos dice que debido a Su obediencia perfecta, esto lo llevó hasta la muerte, y muerte de cruz. Porque eso era precisamente para lo cual había venido, según lo explica el SEÑOR Jesús en su discurso del Buen Pastor que da Su vida por las ovejas: “Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:17-18). Cristo estaba dispuesto a dar su vida en la cruz en favor de los pecadores. Así fue. Su obediencia perfecta se transformó en el sacrificio perfecto por todos los pecados de Su pueblo: “Porque convenía que aquel para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos” (Hebreos 2:10) y: “Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente; y aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:7-9). Sin Cristo, Su vida, Su obediencia, Su muerte en la cruz y Su resurrección no sería posible la salvación para todos aquellos que creen.
Nosotros le amamos porque Él nos amó primero (Léase 1 Juan 4:19). Nos amó de pura y plena gracia, de la misma que tomamos todos (Léase (Léase Oseas 14:4; Jeremías 31:3; Juan 1:6). Nos amó entregando Su vida a fin de que pudiésemos vivir por medio de Él, haciendo propiciación por nuestros pecados (Léase 1 Juan 4:9-10). Este amor al extremo se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, nos humilla y nos convence de Su amor gratuito (Léase Romanos 5:5). ¿Que nos pide Él? Nuestro SEÑOR Jesús dice: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Juan 14:15). Sus mandamientos no son gravosos (Léase 1 Juan 5:3): “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13:34-35). Amar como Cristo ama. Si le amamos, le obedeceremos, le seguiremos Sus pasos. Caminaremos con Él, como Él anduvo, para ser semejantes como Él. Para esto fuimos llamados. A través de Jesucristo Dios hallará deleite en nosotros.
En todas estas cosas:
¡Solo a Dios la Gloria!