Efesios
5:20 “Dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
a Dios, el Padre”.
1
Tesalonicenses 5:18 “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios
para vosotros en Cristo Jesús”.
Hoy
tomamos un descanso de la serie de artículos “Haz memoria de Dios en medio de tu aflicción”, para tratar sobre un
día importante que se celebra en varios países: El “Día del Padre”. La Biblia
nos enseña que nosotros como creyentes debemos dar gracias a Dios en todo y por
todo. Hoy, el “El día del Padre”, no es la excepción.
¿Por
qué debemos dar gracias?
En
primer lugar, damos gracias a Dios, porque Él dio a Su propio Hijo, su tesoro
más preciado del cielo en la cruz, a fin de reconciliarnos con Él y tener vida
eterna: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan
3:16). Sin embargo, su amor por nosotros fue más allá de lo que nosotros pudiéramos
imaginar: Nos llamó y nos hizo Sus hijos: “Nos predestinó para adopción
como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su
voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente
ha impartido sobre nosotros en el Amado” (Efesios 1:5-6); y “Mirad cuán gran
amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos”
(1 Juan 3:1c).
En
segundo lugar, damos gracias por los padres creyentes, sean consanguíneos o no.
Gracias a Dios porque les ha asistido con Su gracia, Su, fuerza, poder,
provisión y sabiduría; para llevar a cabo la tarea de ser instructor de la
Palabra y presentar a Cristo incluso a sus propios hijos: “Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y
diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes
en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te
levantes” (Deuteronomio 6:5-7); “Enseña al niño el camino en que debe andar, y
aun cuando sea viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6); “Y vosotros,
padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e
instrucción del Señor” (Efesios 6:4); y “Sed imitadores de mí, como también yo lo
soy de Cristo” (1 Corintios 11:1).
En
tercer lugar, damos gracias a Dios por los padres que no son salvos, por el
simple hecho de que son padres, y son la autoridad bajo la cual hemos nacido y
así lo ha dispuesto nuestro Dios. Damos gracias porque Dios los ha conservado
con salud, días de vida y misericordia. Aun así creemos con firme convicción en
el poder del SEÑOR para rescatarlos del poder del pecado y de la condenación
eterna por medio del evangelio, en Su tiempo y para Su gloria: “Porque no me
avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el
que cree” (Romanos 1:16b); “Al tiempo de la vendimia envió un siervo
a los labradores para recibir de los labradores su parte de los
frutos de la viña” (Marcos 12:2); y “Pero aquel en quien se sembró la semilla
en tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende, éste sí da fruto
y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta” (Mateo 13:23).
En
cuarto lugar, damos gracias a Dios por la bendición de los hijos. Ellos son
instruidos y guiados por el SEÑOR en Su palabra, a través de los padres, para
llevarlos en su conocimiento y temor de Dios: “Todos tus hijos serán enseñados por el Señor, y
grande será el bienestar de tus hijos” (Isaías 54:13); “El temor del Señor es
el principio de la sabiduría […]. Oye, hijo mío, la instrucción de tu
padre, y no abandones la enseñanza de tu madre; porque guirnalda de gracia
son para tu cabeza, y collares para tu cuello” (Proverbios 1:7a-9); efesios
6:1-3 “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Honra
a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con
promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la
tierra” (Efesios 6:1-3). Ellos son para el padre, su gozo y su corona: “No tengo mayor gozo que éste: oír que mis
hijos andan en la verdad” (3 Juan 4).
Padres
creyentes: Que el SEÑOR les ayude y les conceda Su gracia y Su bendición; y más
años para perseverar en el hermoso llamado de la paternidad cristiana. ¡Muchas
felicidades! Concluyo con la bendición del Salmo 128:
“Bienaventurado
todo aquel que teme al Señor, que anda en sus caminos. Cuando comas del
trabajo de tus manos, dichoso serás y te irá bien. Tu mujer será como
fecunda vid en el interior de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor
de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme al Señor. El Señor te bendiga desde Sion, veas la
prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus
hijos. ¡Paz sea sobre Israel!” (*).
Y
en todas estas cosas:
¡Sólo a Dios la
Gloria!
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Nota: Todas las citas bíblicas usadas
en este artículo son de la versión LBLA
(La Biblia de las Américas).
(*): Aunque el Salmo 128 está
dirigido al pueblo de Israel, es el mismo principio de bendición aplicado para
todos los creyentes.