La
falta de apreciación a la sencillez espiritual
El
orgullo espiritual no contempla la sencillez de las cosas, todo lo da por
hecho. Recibe pequeños dones de Dios y bendiciones a su alrededor, sin embargo,
las desecha: Sea una doctrina que ya conoce, sea un libro, sea un canto de
alabanza, la gratitud por la vida, el gozo de la lectura de la Palabra de Dios,
un devocional sencillo, un sermón que ya escuchamos, los amigos y familia que
nos repiten las mismas cosas para nuestro bien; el orgullo menoscaba el deleite
y atención de los mismos.
Tampoco
se deja moldear al carácter de Cristo ni es enseñable, aunque agradece de
labios en su corazón no hay gratitud; y se jacta de las victorias que Dios le
ha dado. El orgullo come de este pan diario siendo su único afán: “Ya lo sé
todo, lo he mirado todo, no me hace falta que me repitan nada de esto; solo
quiero lo mejor, lo bueno, lo sublime, no lo común y lo corriente”.