Hechos
20:20-21 “...no rehuí declarar a ustedes nada que fuera útil, y de enseñarles
públicamente y de casa en casa, testificando solemne-mente, tanto a judíos como
a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe e nuestro Señor
Jesucristo”.
El
apóstol Pablo estaba despidiéndose de los líderes de la iglesia sabiendo que en
poco tiempo partiría a la presencia del Señor y no volvería a ellos. Su tranquilidad
de conciencia estaba fundamentada, como siervo de Dios, en haberles enseñado todo
el consejo de Dios y de llamarlos por el Evangelio de Jesucristo al
arrepentimiento y fe.
Un
creyente genuino nace de nuevo habiendo estado muerto en sus delitos y pecados
por obra de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo. Al brillar la Luz
de Jesús en las tinieblas de su pecaminosidad le es concedida la Gracia del
Arrepentimiento de sus pecados al ver la Bondad y Amor de Misericordia que en
Jesucristo le fue manifestada al recibir el perdón en la cruz y así le es concedida
también la fe en la obra completa de Jesús.
Un
hijo de Dios camina diariamente con la conciencia de que aún tiene mucho de
pecaminoso en él y sabe que en Hebreos 12:1-2 Dios le exhorta: “...puesto que
tenemos en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos también
de todo peso del pecado que tan fácilmente nos envuelve (arrepentimiento), y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en
Jesús, el Autor y Consumador de la fe...” (Hebreos 12:1-2a). De nuevo tenemos
los dos elementos: arrepentimiento para con Dios de nuestros pecados y fe en las
abundantes riquezas de Su Gracia y perdón que nos concedió el perfecto
sacrificio de Jesús en la cruz por nuestros pecados.
De
la misma manera que requerimos de Su Gracia para salvación, debemos recurrir a
Su Gracia para vivir cada día que pasamos como peregrinos y extranjeros en este
mundo lleno de maldad camino a nuestra morada eterna en lugares celestiales.
Por
ello, amada familia, es necesario que aprendamos a reconocer si estamos
diariamente en arrepentimiento y fe. Por Gracia, si tenemos derecho a ello por
los méritos de Cristo y por ello, no debemos menospreciar esa Gracia que nos ha
sido concedida para vivir diariamente en “Su Poder que se perfecciona en
nuestra debilidad” (2 Corintios 12:9).