¿Recuerdan
la parábola del buen samaritano? Está en Lucas 10:25-37. En resumen, un
intérprete de la ley le preguntó a Jesús quién es mi prójimo, y Jesús pasó a
relatar una parábola sobre un judío que descendió de Jerusalén a Jericó, quién
fue asaltado y herido por unos ladrones. Tres personas lo vieron en su estado
grave: El primero, un sacerdote, y el segundo, un levita, para evitar
contaminarse optaron por ignorarle. Pero el tercero, un samaritano demostró
piedad y amor por el herido. Finalmente Jesús afirma que el prójimo del que
cayó en manos de ladrones fue aquel que hizo uso de misericordia. Ahora bien:
Yo entiendo que aquí tiene un significado y una interpretación, sin embargo,
cuando leí esta historia, no pude evitar ver otra aplicación de la verdad
bíblica.
Por
un lado tenemos a los levitas y sacerdotes, las personas más ortodoxas y más bíblicas
en cuanto a conocimiento de la Ley. Digámoslo así, tenían su propia
denominación, tenían la Ley, los profetas y los escritos. Por su linaje
directo, se consideraban así mismos hijos de Abraham. Eran grandes eruditos y
conocedores, instruidos. Sin embargo, aún con todo esto, no tenían amor. Por
otro lado, he aquí un samaritano, considerado enemigo político y religioso por
los judíos; de hecho, los judíos y los samaritanos llevaban siglos odiándose.
Solo tenía la Ley, no era considerado hijo de Abraham porque sus ancestros se
relacionaron con paganos y gentiles. Tenían otras creencias y otra exégesis
bíblica, y sin embargo, Jesús lo usó en esta historia para afirmar que
precisamente él fue quien hizo uso de misericordia.
Lo
mismo pasa hoy en día: Hay quienes son muy conocedores de la Biblia de la
primera página hasta la última; la aman intelectualmente pero no la viven
espiritualmente en el poder de la gracia. Serán doctos, eruditos, conocedores,
tendrán quizás sus denominaciones y sus reglas, pero si no tienen amor; nada
son. Porque el que ama a su hermano, tiene a Dios porque Dios es amor. Y es un
amor santo que no tolera el pecado. Pasan por alto a los demás porque no tienen
el mismo conocimiento ni la misma perspectiva doctrinal que ellos. En cambio,
hay otros, que tienen un mínimo conocimiento de la salvación y con fe sencilla
en el evangelio de Cristo, pero dan mucho fruto de piedad; aquellos quienes
Dios les dotó el hacer uso de misericordia para otros.
Mientras
discutimos si uno es pentecostal, bautista, presbiteriano, calvinista o
arminiano entonces éste lleva tal y tal doctrina y tal y tal práctica, ¿De
verdad amamos a nuestros hermanos que no están de acuerdo con nosotros en los
mismos puntos doctrinales no esenciales? Como dijo un amigo mío en uno de sus
post ¿Tenemos paciencia para demostrarles en amor qué dice la Biblia respecto a
ciertas doctrinas y prácticas dudosas? ¿O pasaremos por alto, como lo hicieron
el sacerdote y el levita, a nuestros hermanos solo porque no comparten nuestro
mismo credo? Creo que en esto debe meditarse.
Aclaro
que no estoy peleado con el conocimiento, es muy, muy necesario tenerlo; pero
no tiene sentido que un muerto de frutos acumule los tesoros de la sabiduría
que hay en la Palabra. En aquel día, Jesús no dirá: “Apartaos de mí, ignorantes
de mi doctrina porque no pertenecieron a tal denominación”; sino “Apartaos de
mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23). El verdadero cristiano no se
distingue por tener celo y absorber conocimiento intelectual, sino que lo es
cuando ese conocimiento bíblico es sembrado para hacerse fruto. En este caso:
El amor santo y pleno de misericordia en Cristo.
¡Solo
a Dios la Gloria!