Juan
9:25b “Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”.
Esta
mañana al despertar, mirando el techo de mi habitación en plena oscuridad, me
pregunté: ¿Cuándo fue que cambió mi percepción acerca del SEÑOR? ¿Cuándo inició
esa búsqueda por la verdad? ¿Cuál fue ese punto de quiebre en mi vida? Y lo
tengo claro como si fuera ayer: Fue cuando tenía como 16 años de edad. Cierro
mis ojos y rememoro aquella escena: Me hallaba frente a un joven cura católico
en su oficina y nos separaba su escritorio. Había concluido mi confesión de
pecados y no pude resistir preguntarle:
– Disculpe,
Padre ¿Puedo hacerle una pregunta?
– Claro, hijo, dime. ¿En qué te puedo ayudar?
– Es que tengo una duda. En los Evangelios Jesús predice Su propia muerte.
¿Cómo pudo saber eso?
– Es una pregunta difícil, hijo. Yo creo que lo intuía en su corazón.
– ¿Lo intuía en su corazón? –Fruncí el ceño, confundido– Pensé que Jesús lo
sabía todo.
– Mira, lo que me preguntas es interesante; luego nos vemos para platicar bien
este asunto.
Le
di las gracias y me fui de su oficina. Sobra decir que nunca tuvimos esa
“charla pendiente”.
Ese
momento lo marcó todo: Ese “crack” en que empecé a cuestionar no solo mi
devoción religiosa sino que algo en mí produjo esa búsqueda de la verdad acerca
de Dios (Hoy sé que no provenía de mí mismo). Me recuerdo muchas noches mirando
las estrellas y preguntándome: ¿Quién es Dios?, me dijeron que lo llamara “mi
Padre” pero otros dicen que solo puedo hacerlo si primero creo en Jesús…
¿Entonces no soy su hijo?, ¿Por qué Jesús es el Hijo de Dios? ¿Para qué murió
en la cruz? ¿Por qué dicen los cristianos que solo Él es el único mediador
entre Dios y los hombres?, si vino a salvarnos ¿Salvarnos de qué…? ¿Realmente
podemos confiar en la Biblia? Si fue escrita por hombres ¿Por qué decimos que
es Palabra de Dios? ¿Alguien me puede explicar este libro tan extraño llamado
“Apocalipsis”?… Y finalmente, en mi frustración: “SEÑOR ¿QUIÉN ERES?”. Ahora
creo que la Escritura puede resistir semejante escrutinio. Pues era necesario
preguntarse. Aún recuerdo con gracia que medio mundo me huía por no querer
hacer frente a mis dudas.
Dicen
por ahí que ser cristiano es ser un “ignorante seguro”, pero precisamente ser
cristiano fue lo que me hizo salir de la ignorancia. Durante once años de mi
vida, mas o menos, buscaba respuestas en fuentes equivocadas. Hasta que un día,
el día que menos imaginé que pasaría, el día en que toda mi familia volteó a
verme y pegó un grito en el cielo y y sería el inicio de sus burlas hacia a mí,
el día que me convertiría en… sí, en un cristiano. Dios me libertó de la
ceguera espiritual y entonces comprendí: Lo que tanto necesitaba, lo que a mí
me urgía era escuchar el verdadero Evangelio, pero siendo yo muerto en mis
delitos y pecados; no lo podía entender. Cómo lloré cuando comprendí mis
pecados y la salvación que es en Cristo, ¡El único camino de salvación! ¡Ahora
veo! ¡Ahora veo! ¡Solo sé que antes era ciego y ahora veo!…
A
partir de ahí, el SEÑOR en Su amor (y mucha paciencia para un “cabeza dura”
como yo), comenzó un proceso lento de enseñanza por medio de Su Santo Espíritu,
de leer el contexto de la Biblia y de escuchar a maestros sanos y bíblicos
capacitados para enseñar (Claro, primero tenía que comprobarlo con el contexto
de la Escritura, otra de las lecciones que aprendí es no aceptar todo porque
sí). Aquellas preguntas que me hacía desde adolescente SÍ tenían respuestas
directas en la misma Palabra de Dios.
Es
obvio que no lo sé todo, la Palabra de Dios es una fuente infinita e inagotable
de la verdad. Sigo estudiando todavía con el favor de Dios y me falta mucho por
aprender como por vivirla en mí. No soy perfecto. Pero lo poco que sé, lo
fundamental, damos de gracia lo que se recibe de gracia, pues toda la Escritura
es necesaria para nuestra salvación y santificación (Léase 2 Timoteo 3:15-17).
Mientras el SEÑOR me conceda vida y Su gracia, espero compartir esas respuestas
a la luz del Evangelio; el mismo Evangelio que habla del Hijo de Dios, el
Salvador de Gloria, en cada una de las páginas de la Biblia.
2
Timoteo 3:14-17 ”Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste,
sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas
Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es
en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar,
para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
¡Sólo
a Dios la Gloria!