Cuando
uno está en medio de los errores propios y de pagar la consecuencia de nuestros
pecados, y el peso de ellos taladra nuestros corazones (si somos nacidos de
nuevo, procederemos al genuino arrepentimiento); o ha sido tan grave nuestro
pecado que, en apariencia, pareciera que no puede ser remediado por causa de
que nuestra suma tristeza nos recalca el haber herido o asumido rebelión contra
Aquel a quien nos tomó como Sus hijos por la mediación de Cristo, y no somos ni
nos sentimos dignos de mirarle a la cara.... Uno se pregunta: ¿Adónde ir?
¿Al
mundo? No, nada bueno viene de ahí.
¿A
las tinieblas? No, porque si hemos sido trasladados al reino del Amado Hijo, ya
nadie retrocede a la potestad anterior.
¿Al
ateísmo? No, porque sabemos que Dios existe y gobierna sobre todas las
cosas.
¿A
otro sistema religioso? Si solo hay una verdad absoluta e inalterable que se
halla en el SEÑOR Jesucristo.
¿A
la muerte por mano propia? Tampoco, porque es atentar contra el Templo de Dios,
su morada escogida.
¿A
uno mismo? No, porque es maldición confiar en el hombre y en un corazón
engañoso.
Entonces,
¿Qué nos queda?
Juan
6:67-69 “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?
Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente”.
Al
final de todo, nos damos cuenta, que no hay otro lugar adonde ir, sino con
Dios, sino con Cristo quién nos ha redimido para sí y cuya expiación ha sido
suficiente. Es irónico, pero aun en medio de tantas cosas sin sentido en esta
vida, Él no deja ser nuestra esperanza de Gloria y de Vida eterna, la confianza
en Su soberanía y en Su misericordia. Abandonar esta esperanza, dejar de
mirarla, desistir de poner los ojos en el Autor y Consumador de la fe, y de Su
gracia capacitadora, es el peor de todos los suplicios que puede haber en esta
vida...
¡Qué
mejor rendirnos al Dios Misericordioso y Soberano en sus pies y adorarle sobre
todas las cosas!
Salmo
51:17 "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón
contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios".
1
Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
¡Cristo!
¡y solo Cristo!
“Por
cada mirada a tus pecados, mira diez veces a Cristo”, dijo Robert Murray McCheyne.
¡Solo a Dios la
Gloria!