Lucas
22:41-42 “Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y
puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero
no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Se
me hizo la siguiente pregunta: “¿Dios nos concede fe para aceptar y hacer Su
voluntad?…”.
Cuando
lo leí, suena como: “Que soy cristiano, pero al mismo tiempo soy incrédulo
porque no confío en Su voluntad ni tengo fe para hacerla realidad en mi vida…”.
No tiene sentido. En otras palabras: ¿Creo en Dios pero no creo que Él sea
confiable para ayudarme a hacer Su voluntad y que Su voluntad sea lo mejor para
mí? Tampoco tiene sentido. Bueno, es la impresión que me dio.
Más
bien, Dios en Su Palabra ya nos da la confianza y la garantía de que Su
voluntad es siempre buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2). Para hacer Su
voluntad, no se necesita fe (porque se supone que soy creyente en Cristo,
entonces creo), sino gracia capacitadora (1 Corintios 15:10; Filipenses 2:13);
humildad y mansedumbre en Cristo para aceptarla (Mateo 11:29); pues esto da
descanso a nuestras almas.
Claro,
la fe es un don de Dios (Efesios 2:8); pero ésta se halla dentro del contexto
de la salvación y y de la vida nueva en Cristo.
Cristo,
cuando dijo “Hágase tu voluntad…”, ya lo hizo confiado en Su Padre Celestial,
esto significa fe en acción. Así que no se necesita pedir fe para aceptar Su
voluntad; sino confiar ya en Su voluntad que es buena, agradable y perfecta;
pidiendo mansedumbre y humildad en Cristo para aceptarla y gracia y querer para
hacerla realidad en nuestro contexto cotidiano. Lo mismo han de hacer sus
discípulos, puesto que Él nos da ejemplo para seguir Sus pisadas y caminar como
Él anduvo (1 Pedro 2:21; 1 Juan 2:6).
¡Sólo
a Dios la Gloria!