Mientras
estudiaba el puente de Romanos 5 al 8 el año pasado, en algún momento de estar
escribiendo mis notas, no pude evitar pensar el tema del sufrimiento. Creo que
la pregunta no es: “¿Dónde está Dios cuando los cristianos sufren?”; se
entiende que como creyentes en Jesucristo tenemos la certeza de que Dios mora
en nosotros por medio del Espíritu Santo. Tal vez la pregunta válida es: “¿Qué
está haciendo Dios cuando los cristianos sufren?”. Quizás el siguiente pasaje
bíblico resuma muy bien respecto de la actividad actual de Dios en nosotros:
Romanos
8:28-30 “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan
para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. Porque a
los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la
imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a
los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también
justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó”.
Por
supuesto, hay muchas cosas más en otros textos de la Biblia; pero de momento me
atengo solo a este pasaje y a una aplicación del mismo.
Ahora
bien, imaginemos dos líneas horizontales, una arriba sobre otra, y ambas corren
paralelas hacia a una dirección. La línea de abajo somos nosotros; es nuestra
realidad. La realidad es que vivimos en un mundo contaminado por el pecado y el
mal, y sufrimos toda clase de situaciones: Enfermedad, guerras, violencia,
muerte, hambre, pobreza, inseguridad, desempleo, soledad, persecución;
etcétera. Este es el mundo en que vivimos y en el cual tenemos aflicción. Ahora
veamos la otra línea de arriba, que presenta la realidad de lo que Dios está
haciendo en nosotros, desde antes de que el tiempo existiese:
(1)
Nos eligió desde antes de la fundación del mundo por pura gracia. – Léase:
Romanos 9:1-29; Efesios 1:4-10; Colosenses 3:12; 2 Timoteo 2:10; 1 Pedro 1:2.
(2)
Nos predestinó con un propósito: Para ser hechos conforme a la imagen de Su
Hijo. – Léase: 1 Corintios 11:1; Gálatas 2:20; Efesios 1:4-6, 2:10; 1
Tesalonicenses 1:6; 2 Tesalonicenses 2:13-14; 1 Juan 2:3-6.
(3)
Entre la “elección” y el “llamamiento”, se cumplió la gran obra de redención de
Dios en la Persona de Jesucristo cuando vino a este mundo: La cruz. A partir de
ahí desencadena las demás bendiciones. – Léase: Mateo 16:21; Juan 3:16; 1
Corintios 15:1-8.
(4)
Nos llamó y nos salvó por medio del mensaje del Evangelio. – Léase: Juan 6:18;
Hechos 18:9-11; Romanos 1:6, capítulo 10; Efesios 2:8-9; 2 Tesalonicenses 2:14;
1 Pedro 1:23.
(5)
Nos declara justos en base a los méritos del SEÑOR Jesucristo y solo por la fe
en Él. Ya no hay condenación para los que creen en Cristo Jesús porque sus
pecados han sido perdonados y nada nos separará de Él ni de Su amor. – Léase:
Romanos 3:21-28, 5:1-2, 8:38-39; 2 Corintios 5:21.
(6)
Entre la “justificación” y la “glorificación” hay un puente que se llama
“santificación”: Es un proceso en el que Dios nos purifica progresivamente para
cumplir el propósito de ser “hechos conforme a Cristo” y nos aparta del pecado.
– Léase: Romanos capítulo 6; 8:1-14; 1 Tesalonicenses 4:3, 7.
(7)
Nos glorifica, es decir, en la resurrección de los creyentes se les arropa de
nuevos cuerpos que son glorificados. Es el cumplimiento final de la redención
de Dios. – Léase: Juan 5:24-29; Romanos 8:15-27; 1 Corintios 15, 1
Tesalonicenses 4:13-18.
Todo
lo que Dios hace en la línea superior a la nuestra es para un propósito: Ser
hechos a la imagen del SEÑOR Jesucristo. Sin embargo, este propósito tiene una
dirección o meta: El cumplimiento de Su Plan eterno de Redención en Cristo para
restaurar toda Su creación que había sido corrompida por el pecado (Génesis 3;
Romanos 5:12-21, 8:17-23). Esto sucederá cuando se establezcan los cielos
nuevos y la tierra nueva; una nueva realidad en la que no habrá dolor ni
lágrimas (Isaías 2:1-4; Apocalipsis 21 y 22). Ahí no habrá ninguna separación
entre Dios y Su pueblo. Recalco que todas estas actividades divinas son hechas
en Cristo para alabanza de la Gloria de Su Gracia.
Ahora
bien empalme usted estas dos líneas, nuestra realidad y lo que Dios está
haciendo en nosotros y ¿Qué obtiene de esto? Respuesta: La certeza de que
nuestro Dios está en control de todo de principio a fin. La razón por la que
Pablo escribe los verbos en tiempo pasado (“conoció”, “predestinó”, “llamó”,
“justificó” y “glorificó”) se debe a que para el SEÑOR es un hecho consumado en
la eternidad; aunque las aplicaciones de dicho propósito siguen todavía su
curso porque estamos atados en este paréntesis llamado “presente”. Contemplando
el panorama de la salvación, tenemos la esperanza ciertísima de que Su
propósito en Cristo (sí o sí) se cumplirá a pesar de las circunstancias y
dificultades que podamos vivir. Es un gran consuelo saber que el SEÑOR sigue
obrando en nosotros porque esa es nuestra realidad como cristianos. Es nuestro
gran Dios quién tiene la primera y la última palabra.
Francamente
fuera de esta esperanza en Jesús, no tenemos nada más. Puede que no tengamos
respuestas para situaciones muy específicas que nos afligen hoy, pero de una
cosa podemos estar seguros: Todos nuestros sufrimientos, pruebas y
tribulaciones solo tienen sentido a la luz de nuestro SEÑOR Jesucristo. Y ello
nos da paz. Es un privilegio que nosotros tenemos de parte de Dios por gracia y
para Gloria Suya; y lo podemos compartir mediante la proclamación del
Evangelio.
Romanos
8:38-39 “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de
Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
¡Solo
a Dios la Gloria!