[Una
exhortación para cuidar de los jóvenes hermanos en la fe]
1
Timoteo 4:12 “No permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes, sé
ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor,
fe y pureza” (LBLA).
¿Saben?
Estoy agradecido con nuestro SEÑOR, entre varias cosas, de que Él esté
levantando jóvenes con hambre de Él para Su gloria.
Cuando
uso la palabra “levantamiento” no hablo de esa clase de frases trilladas como
“se está levantando una nueva generación de predicadores del evangelio…” como
si de un avivamiento muy propio de épocas pasadas se tratase; tampoco hago
referencia a esa clase de mega-encuentros mundanos que se disfrazan de
cristianos, que seducen la carne juvenil y les proporciona un somnífero
emocional por varios días; haciéndose pasar como una “verdadera experiencia con
Dios que cambiará tu vida…”. No, no hablo de esos levantamientos. Más bien,
hablo de un levantamiento de conversiones y soberanas por parte del
Espíritu Santo entre la juventud, haciendo uso de la genuina predicación del
Evangelio.
Me
remito a jóvenes (de todo estrato social y religioso) a los que nuestro Dios ha
despertado sus corazones, les ha abierto los ojos y les ha dado a conocer la
luz de Jesucristo por medio de Su Palabra y los ha trasladado al Reino de Su
Amado Hijo. Jóvenes, que en la Gracia Soberana de Dios, en distintos tiempos y
en distintos partes del mundo, están siendo llamados realmente a vivir en
santidad y en la pureza del Evangelio. Eran “ex” de algo: Ex otakus, ex
pandilleros, ex drogadictos, ex católicos de “hueso colorado”, ex
neopentecostales, ex profesantes de la teología de la prosperidad; etc. Y todo
esto, nuevamente, porque la misericordia del SEÑOR los ha alcanzado. Imaginen
el llanto copioso de padres de familia al ser testigos de tan precioso fruto de
conversión.
Yo
conozco varios de ellos, y estoy maravillado por la obra de nuestro SEÑOR en
ellos. Muchos de los que conozco personalmente han sufrido rechazo,
persecución, incomprensión, sobre todo porque nuestro Dios les ha puesto en sus
corazones la verdad de Jesucristo y han sido movidos a compartir la sana
doctrina de las Escrituras por amor a los que se hallan muertos espirituales en
iglesias muertas donde no se predica de Cristo ni del Evangelio verdadero. Sé
de adolescentes –y sus familias con ellos– que les han azotado en la cara la
puerta del local de la iglesia para ya no darles la bienvenida otra vez; han
sido excomulgados, todo por amor a la verdad. Y sé bien cómo han sufrido ellos,
cómo han llorado, se han deprimido por no encontrar una iglesia sana y bíblica,
y a la vez siendo consolados por un DIOS FIEL que los está guardando
y puliendo su fe en dichas circunstancias y tribulaciones.
Me
da tristeza y mucho pesar (en ocasiones, coraje) ver como otra clase de jóvenes
que están en nuestras iglesias (hablo en general) siguen dormidos en sus
laureles, en sus juegos de video, en sus celulares, en fin; con la idolatría de
la tecnología y de las formas de entretenimientos; además de la inmoralidad
sexual que medios de comunicación ha propagado con creces. Por ejemplo, una
hermana me comentó cómo una de las iglesias más grandes y renombradas en
cuanto sana doctrina, y en la cual ella se congrega, tiene a la vez una
juventud que no tiene interés alguno de lo que significa Cristo para sus vidas,
ni apreciar el valor de la exposición bíblica. En cambio, aquí hay remanente
(esa sería la palabra correcta) entre la juventud que tiene hambre y celo por
la gloria de Dios, que no tienen los suficientes medios para estudiar, para ser
enseñados, para ser discipulados, ser aconsejados bíblicamente, ni donde
congregarse, a excepción de la práctica de ser autodidacta y de consultar a
hermanos maduros en la fe en las redes sociales. Y aun así, son sostenidos y
preservados por la Gracia de nuestro Dios. Y muchos de ellos tienen por parte
del SEÑOR un anhelo grande por servirle, que gastarían con gusto sus propias
vidas en lugares donde no haya sido puesto el fundamento de Cristo.
Hermanos:
No nos olvidemos de nuestros jóvenes. Ellos también necesitan
de hermanos mayores en la fe quienes ya hayan recorrido más largo
camino que ellos; ellos también necesitan consejo bíblico, tener un crecimiento
sano, ser exhortados, ser reprendidos, ser alentados a seguir fieles en la
comunión con Cristo, en santidad y cultivar el amor por las Escrituras. Muchos
nos lamentamos que nuestros jóvenes en nuestras iglesias no tienen interés en
nada, pero ¿Realmente estamos haciendo algo por ellos? ¿Por lo menos en
aquellos en los cuales el Espíritu Santo los atrae a Cristo? ¿Acaso vamos a
luchar contra Dios por la obra de conversión en ellos? Este remanente no
necesita entretenimiento ni de las tecnologías de punta como sustitutos felices
en sus corazones ¡Lo que necesitan es la Palabra de Dios!
Uno
de los baches muy comunes entre este remanente de jóvenes es admirar a los que
denuncian la falsa doctrina y la apostasía. Y es lógico, porque de alguna
manera se comienza así y Dios, en Su Soberanía los usa para abrirles los ojos
ante la claridad de la verdad. Está bien denunciar la herejía, somos llamados a
contender la fe, pero muchos de ellos toman por modelos a “Apologistas” dudosos
y extremistas (que ni caso tiene mencionar sus nombres) y también caen en el
peligro de entrar en debates innecesarios que no edifican y dan mal testimonio
tanto a creyentes como no creyentes (Todos en mayor o menor medida hemos pasado
por esta experiencia, incluyéndome). Otros jóvenes tienden a alimentarse de
mucho conocimiento bíblico y los llenan de orgullo, pero no les son exhortados
también a vivir en el amor de Cristo, y conducirse en humildad y sabia
mansedumbre. ¿Porqué pasa esto? Una de las razones es porque nadie se toma el
tiempo para hablar con ellos y mostrarles pacientemente con la Biblia a que
dependan de la Gracia del SEÑOR para su crecimiento espiritual y no en sus
fuerzas propias; que el conocimiento sin amor es legalismo y el amor sin
conocimiento es libertinaje; que vivan conforme al Evangelio de
Jesucristo.
Hermanos,
nuevamente les exhorto: Cuidemos de nuestros jóvenes. No porque sean
menores de edad que nosotros, significa que no puedan ser tomados en cuenta
para ser discipulados y crezcan en amor y servicio para el SEÑOR. Muchos
cambios y avances se harían si tan solo nos sentáramos con ellos siquiera una
hora y preguntásemos por sus inquietudes, sus problemas, y orásemos con ellos.
Es reconfortante para ellos el ser tomados en cuenta, no para elevarles la
“autoestima”, sino para que ellos mismo sean conducidos a glorificar a Dios y
gozar de Él para siempre. Algunos creen que la tarea de ayudarles es asunto del
pastor de la congregación, pero todos como creyentes en Cristo y discípulos
Suyos, debemos velar uno por otros, como ministros de la reconciliación y como
familia de la fe.
¿Y
qué de aquellos que no tienen interés alguno en el evangelio? Sigamos
perseverando en la exhortación a que tengan convicciones bíblicas, que vivan
para el SEÑOR, que no se entreguen a las cosas del mundo y no dejemos de orar e
interceder por ellos. Y sigamos presentando a Jesucristo ante todo joven que no
lo conozca. Quizás algún día, tanto el que está dentro como el que está afuera,
cuando menos lo pensemos, se sumen también a este remanente de jóvenes que
nuestro Dios en Su gracia les ha concedido tener celo por Él y por Su gloria.
¡Sólo
a Dios la Gloria!