Una
idea muy generalizada es la de creer que las doctrinas de la gracia son un
invento o creación del Siglo XVI. Sin embargo, es claro que las Escrituras ya
las enseñaban mucho antes de Calvino y que son doctrinas del siglo I; y ese
mismo patrón soteriológico lo tenían también los llamados "Padres de la
Iglesia", y no únicamente Agustín de Hipona. A continuación, en el
siguiente texto hay una serie de citaciones patrísticas sobre las doctrinas
bíblicas de la gracia desde el siglo I en adelante.
I. PRIMER
FUNDAMENTO PATRÍSTICO DEL SIGLO I: CLEMENTE DE ROMA (*1)
Aquí
extractos de Clemente de Roma y de sus escritos que se registran entre los años
85-100 después de CRISTO.
“Siendo
llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no son justificados por nosotros, ni
por nuestra sabiduría, o entendimiento, o bondad, u obras que hayamos forjado
en santidad, pero por la fe, a través de la cual, desde el principio, el Dios
Todopoderoso ha justificado a todos los hombres; a quien sea la gloria por
siempre jamás”.
“Por
tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras manos puras e
inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y compasivo, el cual
ha hecho de nosotros su porción elegida”.
“Procuraban
día y noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser
salvo, con propósito decidido y sin temor alguno”.
“Bienaventurados
aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado, ni hay engaño en
su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue pronunciada sobre los que han
sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria
por los siglos de los siglos”.
“A
estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que
en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso
ejemplo entre nosotros”.
La
conclusión de la teología de Clemente de Roma tocante a la salvación que es por
gracia y por medio de la fe es la siguiente:
“Bienaventurados
aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado, ni hay engaño en
su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue pronunciada sobre los que han
sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria
por los siglos de los siglos”.
II. ELECCIÓN
SOBERANA
Ireneo
“Dios
predetermina todas las cosas para perfeccionar al hombre, para efectuar y
manifestar Sus disposiciones, a fin de que la bondad quede demostrada y el
juicio recto se perfeccione, y la Iglesia sea conformada a la imagen de Su
Hijo, y al fin sea un hombre perfecto, y por medio de tales cosas madure, para
ver a Dios y disfrutar de Él” (Contra los Herejes 1, 4, C. 72, p. 419).
Clemente de
Alejandría
(Clemente
no es incluido con los teólogos afines a Agustín)
“No
es propio que un amigo de Dios a quien Dios ha predestinado desde antes de la
fundación del mundo para ubicarlo en la alta adopción de hijos, caiga en
placeres y temores, y se ocupe en refrenar las pasiones” (Stromata, 1, 6, p.
652).
Orígenes
Escribió
acerca de Isaac y Jacob en su “Comentario sobre Romanos”:
“Todas
estas cosas se ven así para que el apóstol pueda probar si Isaac o Jacob
hubieran sido escogidos por sus méritos para aquellas cosas que ellos, estando
en el cuerpo, buscaban, y si por las obras de la carne pudieran justificarse,
entonces la gracia de sus méritos podría pertenecer también a la posteridad de
la carne y sangre; pero ahora, ya que su elección no proviene de las obras,
sino del propósito de Dios, de la voluntad de Aquél que llama, la gracia no se
cumple en los hijos de la carne, son en los hijos de Dios, es decir, en tales
quienes como ellos, sean escogidos por el propósito de Dios y adoptados como
hijos” (Comentario sobre Romanos, 1. 7, folio 195).
Basilio el Grande
“Nadie
llama bendito al pueblo de los judíos sino el pueblo que es escogido de entre
todos los pueblos; nosotros somos el pueblo que Él ha escogido como herencia
suya, una verdadera nación porque somos recogidos de entre muchas naciones; un
pueblo desechado, y porque muchos son llamados y pocos escogidos” (Homilías
sobre los Salmos, p. 208).
Hilario el Diácono
“Dios
de su libre gracia desde antaño decretó salvar pecadores (Dios preconoció lo
que habría en el hombre antes de crearlo y de que hubiera cometido pecado), y
predestinó la manera en que habría de ser rescatado; en qué tiempo, por quién y
de qué modo serían salvos, de suerte que los que son salvos no lo son por su
propio mérito, ni por el de aquellos que los llaman, sino por la gracia de
Dios, siendo ese don dispensado por medio de la fe en Cristo” (Comentario sobre
II Timoteo, pág. 592).
III. LA MUERTE
EXPIATORIA DE CRISTO
Lactancio
(Observaciones
sobre la primera pascua en Egipto)
“Esto
(el rociar la sangre del cordero sobre los postes de las puertas en Egipto) era
figura de cosas venideras, pues Cristo es un cordero sin mancha, es decir,
inocente, justo y santo, que siendo sacrificado por los mismo judíos, es para
la salvación de todos los que tengan escrito sobre la frente el signo de la
sangre, es decir, de la cruz en que Él derramó Su sangre” (Institutos Divinos
C. 26, p. 882).
Ambrosio de Milán
“La
cruz es un precipicio para los incrédulos, pero vida para los que creen. Cristo
es salvación para los que creen, pero castigo para los incrédulos” (De Filii
Divnitate, C. 8, p. 284).
Jerónimo
“Aquél
que es Salvador de los creyentes es el juez de todos, para que pueda dar a cada
uno según sus obras, a los justos recompensas, a los pecadores, castigo eterno.
Y el SEÑOR y Salvador mismo (dice el profeta Isaías) los llamará el pueblo
santo, los redimidos del SEÑOR que son redimidos por la sangre de Cristo”
(Comentario sobre Isaías, p. 109).
Jerónimo
(Observaciones
sobre el 2do. Capítulo de Efesios)
“Sin
la sangre del SEÑOR Jesús nadie puede acercarse a Dios, porque Él es nuestra
paz, y si Cristo es la paz de los creyentes, luego a quien no tenga paz no
tiene a Cristo” (Comentario sobre Efesios, p. 94).
IV. LA NATURALEZA
DEL PECADO
Justino Mártir
(En
su Diálogo con Trifón)
“Nacemos
pecadores, somos enteramente carne y sangre, y ninguna cosa buena mora en
nosotros… El hombre, por las facultades naturales de su mente, no puede obtener
conocimiento de las cosas divinas. Ni por ningún poder innato puede salvarse a
sí mismo y ganar la vida eterna” (Pág. 323).
Jerónimo
(Creía
que Orígenes era la fuente de la herejía pelagiana, mostró cierto conocimiento
de la doctrina bíblica del pecado)
“Si
alguno considera este cuerpo de humildad en que nacemos, si alguno lo
considera, nadie está puro de inmundicia, aunque su vida es solo un día y sus
meses están contados; verá cómo nacemos con impureza y en incircunsición del
corazón” (Homilía sobre Jeremías, 5, p. 86).
Otros
exponentes: En el occidente, Hilario de Poitiers y Ambrosio de Milán hacen
referencia a la doctrina del pecado original.
V. LA GRACIA
IRRESISTIBLE
Hilario
“La
gracia de la fe se da para que los creyentes sean salvos. Esto es así porque
toda acción de gracias tiene que referirse a Dios que nos concede su
misericordia para llamar a vida a los errantes y a aquellos que no buscan el
camino verdadero; por lo que no debemos gloriarnos en nosotros mismos, sino en
Dios en que nos ha regenerado en el nacimiento celestial por la fe en Cristo”
(Comentario sobre Efesios, pág. 496).
Ambrosio
(En
su consideración sobre Juan 3:6, 7)
“Quien,
cuando le place, en quien le place, y en cuantos le place, y tanto como le
place, inspira por Su buena voluntad; por lo tanto Él llena de Su gracia a
quien le place y tanto como le place” (De. Jacob, i, i, c 6. P. 317).
Jerónimo
“Los
hombres hacemos casi de todo por deliberación, más el efecto en ningún modo
sigue a la voluntad. Pero ninguno puede resistirlo a Él de tal modo que Él no
pueda hacer todo lo que se propone. Por su voluntad hace cualesquiera cosas que
sean llenas de razón y consejo. Él quiere que todos sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad, mas porque el hombre se salva aparte de su propia
voluntad, pues estamos dotados de libre albedrío, Él quiere que nosotros
queramos lo que es bueno para que cuando lo hayamos querido Él también quiera
cumplir en nosotros su consejo” (Comentario sobre Efesios, p. 9).
Clemente de
Alejandría
“Estoy
persuadido de que ni la muerte que los perseguidores infligen, ni la vida que
vivimos aquí, ni ángeles, ni los apóstatas, ni los principados, el principado
de Satanás, que es la vida que él escoge pues tales son los principados y
potestades de la tinieblas, según él; ni las cosas presentes entre las cuales
estamos en este tiempo de la vida, como la esperanza del soldado, la ganancia
del mercader, ni la atura ni la profundidad ni ninguna otra criatura por una
operación propia del hombre, puede resistir la fe de aquél que valora la
libertad de escoger. Criatura es sinónima de función, siendo obra nuestra, y
tal función no puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús SEÑOR
nuestro” (De Unitate Ecclesiae, p. 256).
VI. LA
PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS
Cipriano
“Nadie
piense que el hombre bueno puede abandonar la iglesia. El viento no se lleva el
trigo ni la tormenta desarraiga el árbol que está asentado con raíz sólida. El
tamo se lo lleva la tempestad, y los árboles débiles quedan derribados al
encuentro con el torbellino” (De Unitate Ecclesiae, p. 256).
Ambrosio
“¿Mas
quién osa acusar a los que en el juicio son tenidos por elegidos? ¿Puede Dios
el Padre rescindir sus dones?... ¿Puede Él condenar a aquéllos que ha redimido
de la muerte?” (De. Jacob, 1, 1, c 6. P. 37)
“La
perseverancia no depende del hombre que quiere o que corre, porque no está en
poder del hombre, sino que depende de Dios que tiene misericordia, para que
puedas tú acabar lo que has comenzado…” (Comentario sobre los Salmos, p. 963).
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FUENTE
BIBLIOGRÁFICA:
(*1)
– Contribuido por Rafael Reséndiz Izaguirre, administrador del Grupo
“CRISTIANISMO CLÁSICO” (FB).
El
resto del texto: “JUAN CALVINO: SUS RAÍCES Y SUS FRUTOS”, “Capítulo 1:
Fundamentos patrísticos del Calvinismo”; de C. Gregg Singer. PUBLICACIONES DE
LA CLIR (LA CONFRATERNIDAD LATINOAMERICANA DE IGLESIAS REFORMADAS) con
PUBLICACIONES “SOLA SCRIPTURA”. Edición 2003, págs. 15-25.