Hace
unos días imaginé la siguiente escena, en el día en que daremos cuenta de nuestras
obras en el Tribunal de Cristo. Delante de Él una multitud se arrodilló ante
Él. Uno de ellos, muy emocionado, le dijo:
–
SEÑOR, yo fui muy celoso de tu doctrina, contendí y denuncié a todos tus
enemigos, refuté con la Biblia a todos los hermanos que profesaban una que otra
doctrina errada, aun de las cosas de menor importancia me preocupé también;
escribí tantos artículos de denuncia como pude en la mira de cualquier ministro
que se equivocase en un solo punto de la Biblia; los señalé para que fuesen
perseguidos y avergonzados, y a otros los taché de herejes; y me separé de
aquellos hermanos que no estaban de acuerdo con mis doctrinas y creencias para
no contaminarme; y todo esto lo hice por amor a Ti.
–
Entiendo –dijo el SEÑOR–; quiero preguntarte algunas cosas que también me
interesan….
–
Tú dime y te responderé…
–
Está bien. Mis preguntas son las siguientes: ¿Y me has presentado a todo hombre
con el mensaje del evangelio que te encomendé predicar? ¿Tuviste comunión con
mi Santo Espíritu cada día de tu vida, a solas y con tus hermanos? ¿Procuraste
hacer Mi voluntad en Mi poder y en Mi gracia? ¿Consultaste Mi Palabra para ser
sabio en la salvación que es por la fe en Mí? ¿Fui glorificado en tu carácter,
en tus actos y obras? ¿Fuiste santo en tu corazón, en tus hechos y palabras,
aborreciendo el pecado cada día, por amor a Mí?… Me comentas que fuiste fiel en
mi verdad… ¿Pero con ella edificaste en amor, en mansedumbre y en paciencia a
tus hermanos? ¿Cuánto deseaste ser semejante a Mí en fruto y en conocimiento?
¿Amaste a mi Padre sobre todas las cosas? ¿Qué veían los demás de Mí en ti?… En
fin, ¿Cuánto de Mí te pareces?…
Yo
creo que habría más de uno que se quedaría totalmente mudo y con los ojos
abiertos ante tal interrogatorio en su lugar. ¡Ojo! Que el que presumió de sus
obras, hablaba de sinceros hermanos en la fe, no solo de apóstatas. Como dije,
es solo imaginación mía, pero es algo para hacernos reflexionar ¿No creen?
¡Solo
a Dios la Gloria!