Salmo
25:8-15 “Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores el
camino. Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su
carrera. Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que
guardan su pacto y sus testimonios. Por amor de tu nombre, oh Jehová,
perdonarás también mi pecado, que es grande. ¿Quién es el hombre que teme
a Jehová? Él le enseñará el camino que ha de escoger. Gozará él de bienestar, y
su descendencia heredará la tierra. La comunión íntima de Jehová es con los que
le temen, y a ellos hará conocer su pacto. Mis ojos están siempre hacia Jehová,
porque él sacará mis pies de la red”.
La
Biblia declara que el Rey David (autor de este precioso salmo) era un hombre
conforme al corazón de Dios, pero no lo era por sus méritos espirituales, sino
por la gracia de Dios.
Según
Deuteronomio 17:14-20, todo monarca de Israel debía escribir una copia de la
Ley de Moisés, o su traducción del hebreo, “Toráh”, que significa:
“Instrucción” o “Enseñanza”. ¿Con qué fin? Para meditar en sus instrucciones y
aplicarlas en el contexto de su vida y en su relación con los demás. Estos versículos
nos muestran la actitud que debe tenerse hacia la Ley; y los beneficios que
conllevan ponerla en práctica. Por ejemplo:
•
Vers. 8 y 9: Son enseñados por Dios.
• Vers. 9: Orienta a los humildes y a los mansos.
• Vers. 10: Da misericordia y verdad a los que guardan Sus mandamientos.
• Vers. 12: Guía a los que tienen temor de Dios para guardar Su pacto.
• Vers. 13-14: Goza de Su favor y comunión con Él.
Pero
en el vers. 11 David pide perdón para su pecado. ¿Por qué? Porque el pecado es
la transgresión moral de la Ley de Dios (Léase 1 Juan 3:4) y todo el que
ofendiere un punto de la misma, se ha hecho culpable de todos (Léase Santiago
2:10). Y nosotros hemos estado en la misma condición: No hay uno solo que haya
sido perfectamente justo en la tierra ni quién busque de corazón al SEÑOR
(Léase Romanos 3:10-11); y por cuanto todos hemos pecado, estamos destituidos
de Su presencia (Léase Romanos 3:23). En otras palabras, nadie cumple todo el
perfil de los versículos ya mencionados a la perfección. Solo hubo Uno quién
agradó a Dios en todo y recibió Su favor: Nuestro SEÑOR Jesucristo.
La
Biblia nos da algunas referencias de Su carácter santo:
•
Fue enseñado por Dios (Léase Lucas 2:40, 52, Juan 7:16).
• Era manso y humilde de corazón (Léase Mateo 11:29).
• Cumplió los mandamientos de la Ley a la perfección (Léase Mateo 5:17).
• Era temeroso de Dios (Léase Juan 9:31, Hebreos 5:7)
• Y tenía comunión con Dios (Léase Juan 10:30).
Por
último, a diferencia del Rey David y de nosotros, Él jamás pecó porque siempre
fue santo, inocente, sin mancha y apartado de los pecadores (Léase Hebreos
7:26). Su santidad, perfección y justicia lo hizo apto desde antes de la
fundación del mundo para ser el Cordero en el que Dios cargó nuestros pecados,
como nuestro Sustituto en la cruz, para recibir el castigo por nuestra paz
(Léase Juan 1:29; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 1:19-20; Isaías 53:6b).
Justificados somos sólo por la fe en el SEÑOR Jesucristo (Léase Romanos 5:1-2).
Por los méritos de Jesús somos libres de la condenación eterna. ¿Creemos en
esto?
Por
tanto, nosotros podemos amar a Dios y a Su Palabra, pero no sin Jesucristo y Su
obra en la cruz, no sin Su señorío sobre nosotros y no sin el poder de Su
gracia que perfecciona nuestra debilidad (Léase 2 Corintios 12:9). Porque de Su
plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia (Léase Juan 1:16).
¡Solo
a Dios la Gloria!